miércoles, 24 de junio de 2009

Un abrebocas de Jorge Luis Borges

“Empecé a escribir cuando tenía seis o siete años. Trataba de imitar a clásicos españoles como Cervantes. Había compuesto en un inglés muy malo una especie de manual de mitología griega, sin duda plagiado de Lempriére. Esa puede haber sido mi primera incursión literaria. Mi primer cuento fue una historia bastante absurda a la manera de Cervantes, un relato anacrónico llamado La visera fatal. Estas cosas las escribía muy prolijamente en cuadernos escolares. Mi padre nunca interfirió. Quería que yo cometiera mis propios errores, y una vez dijo: "Los hijos educan a sus padres, y no al revés". A los nueve años traduje El príncipe feliz, de Oscar Wilde, que fue publicado en El País, un diario de Buenos Aires. Como la traducción estaba firmada simplemente "Jorge Borges", la gente supuso que era obra de mi padre.Recordar mis primeros años escolares no me produce ningún placer. Para empezar, ingresé a la escuela hasta los nueve años, porque mi padre –como buen anarquista - desconfiaba de todas las empresas estatales. Como yo usaba lentes y llevaba cuello y corbata al estilo de Eton, padecía las burlas y bravuconadas de la mayoría de mis compañeros, que eran aprendices de matones. He olvidado el nombre de la escuela, pero sé que estaba en la calle Thames. Mi padre solía decir que en este país la historia argentina había reemplazado al catecismo, de modo que se esperaba adoración por todo lo que fuera argentino. Por ejemplo, se nos enseñaba historia argentina antes de permitirnos el conocimiento de los muchos países y los muchos siglos que intervinieron en su formación. En cuanto a la redacción en español, me enseñaron a escribir de manera florida: "Aquellos que lucharon por una patria libre, independiente, gloriosa…". Más tarde, en Ginebra, me explicaron que esa forma de escribir carece de sentido y que debía ver las cosas por mis propios ojos. Mi hermana Norah, que nació en 1901, asistió –naturalmente a un colegio de niñas” 3

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